El pasado 19 de abril, un grupo de investigadores del Laboratorio de Microbiología de Ambientes Extremos de Brest (Francia), en colaboración con el Instituto de Oceanografía de Xiamen (China) y el Laboratorio de Ciencias de la Tierra de Lyon, ha publicado la descripción de una nueva arqueobacteria, bautizada con el nombre de Pyrococcus CH1, que vive a 4100 metros de profundidad en la dorsal mesoatlántica, la cordillera submarina que recorre el centro del océano Atlántico de norte a sur. Esta arqueobacteria habita en fuentes hidrotermales a temperaturas de entre 85 y 105º C, y es capaz de soportar entre 150 y 1.200 atmósferas de presión hidrostática, lo que constituye un nuevo récord en los límites físico-químicos de la vida en la Tierra.
Por otro lado (literalmente), el 23 de abril, el satélite Swift de la NASA ha detectado una erupción de rayos gamma, GRB 090423, que procede del objeto individual más lejano, y por tanto más antiguo, observado hasta el momento. La erupción es el resultado de la explosión de una estrella gigante, treinta veces más grande que el Sol, situada a 13.000 millones de años luz de la Tierra. Debido a la enorme distancia que nos separa de la estrella, vemos ahora una explosión que ocurrió en realidad hace 13.000 millones de años, cuando la edad del Universo era de sólo 630 millones de años. Seguramente se trataba de una de las primeras estrellas que se formaron en el Universo.
La objeción que más a menudo se formula contra los jugadores de juegos de azar es: «¡Pero si no toca nunca!» Resulta paradójico, pero es precisamente esa característica la que hace que merezca la pena jugar.
¿A qué juego de azar hay que jugar entonces para ganar algo? La respuesta, a primera vista absurda, es que hay que jugar (regularmente) a un juego en el que las probabilidades de ganar sean pequeñas. La clave está en la palabra "regularmente". Partiendo de la base de que en todos los juegos de azar la cantidad de dinero que se reparte en premios es menor que la que se recauda, una persona que apueste regularmente en un juego demasiado sencillo ganará muchas veces, pero terminará perdiendo dinero a largo plazo; por otro lado, una persona que apueste regularmente en un juego en el que la probabilidad de ganar sea muy pequeña, probablemente pierda dinero, pero si gana, ganará mucho más que lo que haya apostado.
Consideremos dos ejemplos extremos: la ruleta y la lotería primitiva.
La ruleta más común tiene 37 casillas numeradas del 0 al 36. Por lo tanto, cada número tiene una probabilidad de 1/37 de salir. (La casilla 0 es especial: Si la bola cae en ella, la banca se queda con todas las apuestas.) Las apuestas al número ganador se pagan 36 veces su valor. ¿Se puede ganar algo a la ruleta? Supongamos un jugador que todas las semanas, durante 50 años, va al casino y apuesta 4 euros al número 13. Se gasta por lo tanto 208 euros al año, y en total 10.400 euros. De acuerdo con el cálculo de probabilidades, ganará una vez de cada 37. Como apuesta 52 veces al año, y 2.600 veces en total, ganará un total de 70,27 veces. El total de los premios recibidos ascenderá a 70,27*4*36 = 10.118,88 euros. Ha perdido 281,12 euros.
La lotería primitiva, por su parte, consiste en acertar los 6 numeros que se extraen de un bombo que contiene 49 bolas numeradas del 1 al 49. En España, la Lotería Primitiva se sortea los jueves y sábados, a 1 euro por apuesta y sorteo. Un jugador que haga dos apuestas en cada sorteo durante 50 años se gastará lo mismo que el jugador de ruleta anterior: 4 euros por semana, y en total 10.400 euros. Las probabilidades de acertar los 6 números de un sorteo son muy pequeñas; exactamente: P1 = (6!*(49-6)!)/49! = (6*5*4*3*2)/(49*48*47*46*45*44) = 0,0000000715. A lo largo de los 50 años, la probabilidad de acertar al menos una vez, teniendo en cuenta que se hacen 4 apuestas a la semana, o sea, 10.400 apuestas en total, es: P2 = 1 - (1-P1)10400 = 0,00074. El jugador sólo tiene una probabilidad entre 1.345 de ganar alguna vez en su vida. Sin embargo, el que la probabilidad sea grande o pequeña no tiene ninguna relevancia: la vida del jugador es limitada y sólo puede transcurrir por dos caminos: que le toque alguna vez o que no. Si no le toca, ha perdido 10.400 euros*. Pero si gana, el premio será mucho mayor que la inversión. (Los premios medios de la lotería primitiva superan el millón de euros.) La lotería primitiva se puede considerar una inversión de alto riesgo. (De aquí se desprende que no merece la pena participar en "peñas de apuestas": al aumentar las probabilidades de acierto, la cuantía del gasto se aproxima a la del posible premio. En una peña de 6.725 miembros que juegue 13.450 apuestas en cada sorteo (con el mismo gasto individual) se obtendrán unos 10 premios a lo largo de los 50 años, pero habrá que repartir las ganancias entre los 6.725 miembros, o sea, 10/6725 premios por persona, o sea, cerca de 1.500 euros.)
Esto no es más que una aplicación práctica de la llamada "Ley de los Grandes Números" que, hablando mal y pronto, viene a decir que cuando el número de repeticiones de un suceso aleatorio es suficientemente grande, las probabilidades se convierten en estadísticas. En este caso, el número de repeticiones a lo largo de los cincuenta años es suficientemente grande para la ruleta, pero no para la primitiva. Por eso podemos calcular exactamente las pérdidas en el primer caso, mientras que en el segundo debemos conformarnos aún con el cálculo de probabilidades.
* En realidad, las pérdidas son menores: Existe el reintegro, que devuelve el importe de la apuesta una vez de cada 10, con lo que el gasto se reduce en un 10%, a 9.360 euros. Además hay premios para los aciertos parciales (de 3, 4 ó 5 números) y se sortea un séptimo número, llamado complementario, que define un premio especial a las apuestas que contienen dicho número complementario y 5 de los otros 6. Los premios para 4, 5 y 5 más el complementario son variables, pero podemos calcular la reducción de gasto que provocan los premios para 3 números, que son fijos. La probabilidad de acertar 3 números en un sorteo es de 0.01765. En la Primitiva, el premio es de 8 euros, y el jugador, en 5.200 apuestas, ganará unas 92 veces, con lo que obtendrá un ahorro de 92*8=736 euros. El gasto total se reduce a 8.624 euros.
Mi amigo Carlos, como buen gallego, lleva la emigración en la sangre. Nacido en La Coruña, estudió Física en Santiago de Compostela y en la Autónoma de Madrid. Fue becario, como yo, en el CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) de Madrid, donde nos conocimos. Después marchó al Instituto Astrofísico de Canarias. Se doctoró en Física de Partículas en el Instituto Weizmann de Israel y ahora es investigador y profesor titular en la Universidad de Uppsala, en Suecia. Y por si esto fuera poco, ha pasado cuatro veranos en el Polo Sur.
¿Qué hace un gallego en el Polo Sur? Carlos colabora en el proyecto IceCube ("Cubito de hielo"), un "telescopio" de neutrinos que se está construyendo en la Antártida desde 2005. Cuando esté terminado, en 2011, IceCube estará formado por miles de sensores ópticos "enterrados" en el hielo a profundidades de entre 1.450 y 2.450 metros, distribuidos en un cubo de un kilómetro de lado. El objetivo principal de IceCube es la detección de neutrinos de alta energía de origen cósmico, o más exactamente, la detección de las colisiones de esos neutrinos con los átomos del hielo. Se prevé que, cuando esté terminado, IceCube detectará con gran precisión unos pocos cientos de colisiones al día. La mayor parte de los neutrinos detectados son generados en la atmósfera por los rayos cósmicos, pero unos pocos proceden de fuentes astronómicas; el análisis de esos datos permitirá, entre otras cosas, trazar el "mapa de neutrinos" del Universo.
Aunque aún está incompleto, el detector ya ha empezado a funcionar. Con los datos que proporciona, Carlos está buscando WIMPs, uno de los candidatos propuestos para la materia oscura, esa materia invisible que forma más del 20% del Universo. Los WIMPs, partículas masivas hipotéticas a las que sólo afectan la gravedad y la interacción nuclear débil, son una especie de neutrinos pesados. Si existen, estas partículas se acumulan en el centro de astros como el Sol y la Tierra, debido a su gravedad. Allí, de tanto en tanto, se producirá la aniquilación de un par de WIMPs, lo que generará neutrinos; por consiguiente, la detección de un exceso de neutrinos procedente del centro del Sol o de la Tierra será una clara indicación de que ese proceso tiene lugar, y una confirmación de la existencia de estos WIMPs.
Las excavaciones arqueológicas en la cueva de Liang Bua en la isla de Flores (Indonesia) no sólo han desenterrado los huesos del ya célebre hombre de Flores. También han sacado a la luz más de diez mil herramientas de piedra tallada. Ahora, un estudio realizado por el equipo del arqueólogo australiano Mark Moore sobre 11.667 de esas herramientas ha comprobado que la técnica de fabricación de las mismas no varió a lo largo de los casi cien mil años de ocupación de la cueva: primero, los artífices obtenían lascas en el exterior de la cueva, y luego llevaban las lascas grandes al interior, donde las golpeaban para conseguir lascas más pequeñas.
Lo curioso del caso es que el Homo sapiens no llegó a la región hasta hace menos de 45.000 años. Las herramientas más antiguas fueron hechas sin duda por el hombre de Flores, mientras que las más modernas corresponden a nuestra especie. Pero es difícil de creer que dos especies lleguen independientemente a utilizar unas combinaciones de técnicas tan similares. La conclusión es evidente: en esa isla, el Homo sapiens aprendió a tallar las piedras del hombre de Flores.
Hoy cumple 100 años la neuróloga italiana Rita Levi-Montalcini, premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1986.
Rita Levi-Montalcini nació en Turín el 22 de abril de 1909; estudió Medicina y se doctoró en Neurocirugía. Trabajó con el histólogo italiano Giusseppe Levi hasta que en 1938 Mussolini prohibió el ejercicio profesional a los judíos. Durante la Segunda Guerra Mundial estudió el crecimiento de las fibras nerviosas en embriones de pollo en un laboratorio que construyó en su propia casa.
En septiembre de 1946 viajó a los Estados Unidos para una estancia de seis meses en el Instituto de Zoología de la Universidad de Washington en Saint Louis. Se quedó treinta años. Allí, junto con Stanley Cohen, realizó las investigaciones que les llevaron al descubrimiento del factor de crecimiento nervioso (una proteína esencial para el desarrollo de las neuronas) por las que ambos obtuvieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en el año 1986. Volvió a Italia en 1961.
En 1968 ingresó en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y en 1987 recibió la Medalla Nacional de la Ciencia de ese país. El 23 de octubre de 2008 fue investida doctora "honoris causa" por la Universidad Complutense de Madrid.
Aunque algún poeta pueda pensar lo contrario, el cielo no está pintado. En la Luna o en el espacio, donde no hay aire, ningún obstáculo impide a la luz ir en línea recta. Allí, el cielo es negro y el Sol se ve blanco. En la Tierra, sin embargo, la luz del Sol debe atravesar la atmósfera, que es como unas gafas sucias entre nuestros ojos y el Sol. En la atmósfera, en esas gafas sucias, la luz del Sol interacciona con las moléculas de los gases que la forman (con la suciedad). Esta interacción, conocida como dispersión de Rayleigh, consiste en la absorción de la luz del Sol por parte de los átomos del aire y su posterior reemisión en todas direcciones.
La dispersión de Rayleigh depende de la longitud de onda de la luz: Afecta mucho más a las longitudes de onda cortas (violeta y azul), y menos a las largas (amarillo y rojo). Al atravesar la atmósfera, estos últimos colores llegan hasta la superficie prácticamente inalterados; por eso el Sol se ve amarillo. Por contra, los rayos violetas y azules son dispersados, de manera que, zigzagueando de molécula en molécula, cuando llegan a la superficie proceden aparentemente de todos los puntos del firmamento. Sin embargo, el cielo no se ve violeta, que es el color con menor longitud de onda, y por tanto el más dispersado. Esto es debido a la combinación de tres factores: en primer lugar, cuanto más dispersado es un color, mayor proporción de él se pierde hacia el espacio, puesto que la dispersión se produce en todas direcciones; además, la intensidad de los diferentes colores en la luz solar no es uniforme, es máxima en el color azul y disminuye rápidamente hacia el violeta; por último, y más importante, nuestros ojos son más sensibles al azul que al violeta.
Pero no siempre el cielo es azul. Al amanecer y al atardecer, los rayos solares, tangentes a la superficie de la Tierra, atraviesan un espesor mayor de atmósfera, de manera que la dispersión afecta en mayor grado a todos los colores, incluidos los amarillos y rojos, de ahí los coloridos rosas, rojizos o anaranjados de los cielos crepusculares y el rojo intenso del propio Sol.
De noche, sin embargo, pese a la luz de la Luna y de las estrellas, el cielo es negro. La poca intensidad de la luz, incluso con luna llena, hace que la dispersión de Rayleigh sea totalmente imperceptible.
Cuando en el aire están presentes partículas en suspensión más grandes que sus propias moléculas, como las gotas de agua de una nube, la dispersión que se produce, llamada dispersión de Mie, no depende de la longitud de onda; las partículas actúan como minúsculos espejos que reflejan parte de la luz y absorben la otra parte. Las gotas de las nubes reflejan por igual todos los colores; por eso las nubes son blancas. Cuando las nubes son muy gruesas o densas, gran parte de la luz que las atraviesa es absorbida, lo que provoca su coloración gris o negra.
En Marte son también las partículas en suspensión las que dan su color rojo al cielo; en este caso, son partículas coloreadas que reflejan en mayor medida la luz de ese color. ¿Cómo será el cielo en otros planetas? ¿Habrá planetas con el cielo verde?
Las mariposas llamadas quelonias, como la gitana (Arctia caja) de la ilustración, son un grupo de mariposas robustas y velludas, de alas anchas y vistosas, que han desarrollado varios medios de defensa para protegerse de los depredadores. Aunque incluidas entre las mariposas nocturnas por su anatomía (pliegan las alas hacia atrás, cubriendo las posteriores con las anteriores), la mayor parte de las quelonias son activas durante el día.
En primer lugar, los vivos colores y olor repugnante de las quelonias advierten a los pájaros de su toxicidad. Muchas especies acumulan en su organismo sustancias venenosas que obtienen de las plantas de las que se alimentan. Las que no lo hacen también presentan una coloración semejante para confundir a los depredadores. Algunas especies son capaces de sintetizar sus propias defensas químicas. Las orugas están cubiertas además de pelos urticantes.
El veneno, habitualmente obtenido por las orugas, se mantiene en el cuerpo durante toda la vida de la mariposa, y puede ser transmitido por las hembras a los huevos. Además, en algunos casos, el macho puede transferir el veneno a la hembra durante la fecundación, como parte del contenido del espermatóforo, el paquete de espermatozoides que el macho introduce en la hembra. Si la hembra procede de una oruga que se alimentó de una planta no venenosa, y carece por tanto de sustancias tóxicas, utilizará el veneno cedido por el macho para proteger sus huevos y en algunos casos es capaz incluso de distribuirlo por su propio cuerpo, y esto en cuestión de segundos.
Las quelonias también presentan, aunque no es una característica exclusiva de este grupo, un órgano en el tórax formado por unas membranas que, al vibrar, producen ultrasonidos. Estos ultrasonidos sirven para el apareamiento y también para anunciar a los depredadores su toxicidad, e incluso se ha comprobado que pueden desorientar a los murciélagos.
Hoy se cumplen doscientos años del nacimiento del erudito alemán Hermann Grassmann.
Hermann Günther Grassmann nació en Stettin (hoy Szczecin, en el oeste de Polonia) el 15 de abril de 1809, y murió en esa misma ciudad el 26 de septiembre de 1877. Aunque mediocre en sus estudios, Grassmann logró terminar el bachillerato y estudió teología, lenguas clásicas, filosofía y literatura en la Universidad de Berlín. En otoño de 1830 regresó a Stettin y comenzó a estudiar e investigar matemáticas por su cuenta. Fue profesor de matemáticas, física, lengua alemana, latín, religión, química y mineralogía en varios institutos y escuelas de Stettin y Berlín.
En 1840 elaboró un ensayo sobre las mareas donde introdujo por primera vez el concepto de espacio vectorial y lo que hoy se conoce como álgebra lineal. En 1944 publicó su obra maestra, Die Lineale Ausdehnungslehre, ein neuer Zweig der Mathematik, donde presenta su "teoría de las magnitudes extensivas", la primera formulación del álgebra lineal. Esta obra era tan avanzada para su tiempo, que fue rechazada como tesis doctoral. En 1853 publicó las leyes de superposición de colores que siguen utilizándose hoy en día en colorimetría, y en 1861 expuso la primera formulación axiomática de la aritmética; también escribió sobre cristalografía, electromagnetismo y mecánica. Sin embargo, jamás pudo conseguir un puesto de profesor universitario de matemáticas.
El matemático alemán Hermann Hankel fue el único que, en vida de Grassmann, reconoció la importancia de sus aportaciones, que posteriormente fueron fundamentales para el desarrollo del análisis matemático y la geometría diferencial.
Contrariado por la falta de reconocimiento de sus trabajos, Grassmann se dedicó a la lingüística histórica y se convirtió en una autoridad mundial en el sánscrito. Fue miembro de la American Oriental Society y en 1876 doctor honoris causa por la Universidad de Tubinga. Formuló la ley que lleva su nombre, que establece que si a una consonante aspirada le sigue otra consonante aspirada en la sílaba siguiente, la primera pierde la aspiración; esta ley describe un proceso que se desarrolló independientemente en el griego y en el sánscrito, y fue fundamental para la reconstrucción del protoindoeuropeo y la comprensión de la evolución de las lenguas indoeuropeas.
Hoy se cumplen cien años del nacimiento del matemático polaco Stanisław Marcin Ulam. Stanisław Ulam, de familia judía polaca, nació el 13 de abril de 1909 en Leópolis (Lemberg, capital de Galizia, provincia autónoma del Imperio Austro-Húngaro, hasta la Primera Guerra Mundial; Lwów, polaca, en el período de entreguerras; Lviv, ucraniana, desde la Segunda Guerra Mundial), y murió en Santa Fe (Nuevo México, EE.UU.) el 13 de mayo de 1984.
Estudiante precoz, comenzó a estudiar matemáticas por su cuenta a los 14 años. En 1933 se doctoró en el Instituto Politécnico de Lwów.
En 1935, invitado por el matemático húngaro John von Neumann, pasó unos meses en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton; trabajó después en la Universidad de Harvard, primero como becario y después como profesor. Durante esta época, pasaba los veranos en Polonia. En el verano de 1939 salió de Polonia con su hermano Adam un mes antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial; fueron los únicos miembros de su familia que se salvaron del Holocausto. De nuevo en los Estados Unidos, en 1940 ya era profesor asistente en la Universidad de Wisconsin, y en 1943 obtuvo la nacionalidad estadounidense. Ese mismo año, su amigo John von Neumann le invitó a participar en un proyecto de guerra secreto en Nuevo México. Ulam descubrió la importancia de ese proyecto cuando tomó prestado un libro sobre Nuevo México en la biblioteca de la universidad y descubrió en la tarjeta de préstamo los nombres de varios científicos que habían desaparecido recientemente del campus; decidió participar, y así se unió al Proyecto Manhattan, que estaba desarrollando la bomba atómica.
En el Proyecto Manhattan propuso la utilización del método de Monte Carlo (un método estadístico basado en el uso de números aleatorios) para el cálculo de las complicadas integrales de la física nuclear, y resolvió el problema de cómo iniciar la fusión nuclear en la bomba de hidrógeno, bomba que diseñó y patentó junto con el físico húngaro Edward Teller. En palabras del físico alemán Hans Bethe, también participante en el proyecto, "Después de la construcción de la bomba H, los periodistas comenzaron a llamar a Teller el padre de la bomba H. Por el bien de la Historia, creo que es más preciso decir que Ulam es el padre, puesto que aportó la semilla, y Teller es la madre, puesto que se quedó con el hijo. En cuanto a mí, imagino que soy la comadrona."
Después de la Segunda Guerra Mundial abandonó la matemática pura para dedicarse a un trabajo más especulativo, proponiendo problemas y realizando conjeturas, generalmente relacionados con la aplicación de las matemáticas a la física y a la biología. En 1947, Ulam concibió la propulsión nuclear pulsada para vehículos espaciales, el invento del que se sentía más orgulloso al final de su vida. También trabajó en muy diversos campos de la matemática pura, y fue uno de los primeros adeptos del uso de ordenadores para realizar simulaciones matemáticas.
Entre sus contribuciones a la matemática pura está la enunciación del teorema de Borsuk-Ulam (demostrado por Karol Borsuk en 1933): Para toda función continua sobre la superficie de una esfera (en cualquier número de dimensiones), existen dos puntos antipodales (o sea, situado uno en las antípodas del otro) con el mismo valor de dicha función. Esto significa, por ejemplo, que en todo momento existen sobre la superficie de la Tierra dos puntos antipodales con la misma temperatura y la misma presión atmosférica.
Durante una conferencia científica en 1963, Ulam realizó un curioso descubrimiento sobre los números primos. Aburrido, se puso a garabatear los números enteros en una espiral, comenzando por el 1 en el centro, y avanzando en sentido contrario al de las agujas del reloj.
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Al seleccionar los números primos, descubrió que éstos tienen tendencia a situarse en líneas diagonales. Es lo que se llama la espiral de Ulam.
Esta imagen de rayos X, captada por el telescopio espacial Chandra, muestra la nebulosa que rodea al pulsar PSR B1509-58, situado en el centro de la imagen. La nebulosa tiene una extensión de 150 años-luz.
Un pulsar es una estrella de neutrones que gira sobre su eje a una velocidad vertiginosa. La velocidad de rotación de PSR B1509-58 es de siete revoluciones por segundo. La combinación de esta rápida rotación con el intensísimo campo magnético del pulsar, unos quince billones de veces mayor que el de la Tierra, hace de PSR B1509-58 uno de los generadores electromagnéticos más potentes de la galaxia; la radiación emitida por el viento de electrones e iones generado por el pulsar es la que nos permite ver esta nebulosa.
En la imagen, en falsos colores, la energía de los rayos X aumenta desde el rojo, pasando por el verde, hasta el azul.
Coincidiendo con el cuarto centenario de las primeras observaciones astronómicas realizadas con telescopio por Galileo Galilei y la publicación por Johannes Kepler de Astronomia nova, donde enunció sus dos primeras leyes del movimiento planetario, la Asamblea General de las Naciones Unidas, a propuesta de la Unión Astronómica Internacional y con el apoyo de la UNESCO, ha declarado 2009 Año Internacional de la Astronomía.
En estos 400 años, la astronomía ha cambiado drásticamente nuestra idea del Universo y de nuestra situación en él, desde la concepción aristotélica, dominante en tiempos de Galileo, que diferenciaba el mundo sublunar, o sea, la Tierra y su atmósfera, en el centro del Universo, donde todo es imperfecto y cambiante, y el mundo supralunar, formado por los cuerpos celestes, donde sólo existen formas geométricas perfectas y movimientos regulares inmutables, hasta la cosmología actual, con un Universo dinámico, gobernado por las mismas leyes físicas que rigen en nuestro planeta, cuya extensión (al menos 90.000 millones de años luz) y edad (14.000 millones de años) se han podido medir, y en el que nuestro mundo sólo es un planeta ordinario en un sistema estelar ordinario en una galaxia ordinaria.
Los objetivos principales de este Año Internacional de la Astronomía son: aumentar el conocimiento científico de la sociedad, promover el acceso al conocimiento universal de las ciencias fundamentales, fomentar el crecimiento de comunidades astronómicas en países en vías de desarrollo, apoyar y mejorar la educación en Ciencias, ofrecer una imagen moderna de la ciencia y los científicos, favorecer la aparición de nuevas redes que unan a astrónomos aficionados, educadores, científicos y profesionales de la comunicación y fortalecer las ya existentes, mejorar la paridad de género dentro del mundo científico y facilitar la preservación y protección de la herencia natural y cultural que supone un cielo oscuro.
Ese último objetivo supone, por fin, un claro reconocimiento a la lucha contra una de las formas de contaminación más insidiosas de nuestro planeta: la contaminación lumínica, esto es, la innecesaria iluminación artificial del cielo nocturno producida por la mala calidad del alumbrado exterior, tanto público como privado. No se trata tan sólo de la pérdida del cielo estrellado, declarado por la UNESCO Patrimonio de las Generaciones Futuras, y que resulta invisible desde hace años en grandes y pequeñas poblaciones; además, la incorrecta iluminación de nuestras ciudades y pueblos es una agresión al ecosistema, que afecta tanto al crecimiento de las plantas como al comportamiento de muchos animales nocturnos, como aves migratorias, murciélagos e insectos; es también un derroche de energía: por ejemplo, según la Asociación contra la Contaminación Lumínica Cel Fosc, solamente en Cataluña se gastan más de 30 millones de euros anuales en iluminar las nubes; este derroche conlleva un exceso de emisiones de CO2 y de consumo de mercurio, cadmio y otros metales pesados contaminantes.
Si nos alejamos unas decenas de kilómetros de Madrid, podemos observar sobre la ciudad un inmenso globo luminoso de unos 20 kilómetros de altura y 50 de anchura. Este globo, visible hasta a 300 kilómetros de distancia, es la luz no necesaria, que se dispersa hacia el cielo. Cada día es necesario alejarse más de las ciudades para conseguir ver las estrellas. ¿Cuántos de nuestros hijos han visto alguna vez la Vía Láctea? Con este cielo, ni siquiera Galileo podría hacer hoy en día sus observaciones.
Hoy se cumplen cien años de la llegada del explorador estadounidense Robert Peary al Polo Norte, el 6 de abril de 1909... si es que Peary realmente llegó allí. La expedición ha estado rodeada de polémica desde su regreso: El también estadounidense Frederick Cook afirmaba haber alcanzado el Polo el 21 de abril de 1908, casi un año antes. El asunto quedó zanjado por el Subcomité de Asuntos Navales del Congreso de los Estados Unidos, que dió la razón a Peary por 4 votos a 3.
Pero los análisis modernos muestran que, con toda probabilidad, ni Peary ni Cook llegaron al Polo Norte. Las informaciones sobre la última parte del viaje de Peary son parciales, y no están verificadas. Según el relato de Peary, la velocidad de avance pasó de doce millas diarias a más de cuarenta, y eso suponiendo que la ruta seguida fuera rectilínea, lo que no fue el caso debido a las grietas de la banquisa y otros obstáculos que tuvieron que rodear. En la última parte del viaje, Peary hizo regresar a todos sus acompañantes, salvo a Matthew Henson y cuatro inuits, y dejó de calcular diariamente su posición y de mostrar sus observaciones a Henson. Además, las páginas de su diario correspondientes a los días 6, 7 y 8 de abril no fueron rellenadas, sino sustituidas más tarde por hojas sueltas. Probablemente, Peary no estuvo a menos de treinta kilómetros del Polo.
Así que los primeros que llegaron al Polo Norte fueron el noruego Roald Amundsen y el italiano Umberto Nobile, que lo sobrevolaron en dirigible el 12 de mayo de 1926. El 21 de mayo de 1937, la expedición aérea del ruso Ivan Papanin aterrizó a sólo 20 kilómetros del Polo. Por fin, el 19 de abril de 1968, el estadounidense Ralph Plaisted llegó al Polo Norte por vía terrestre, en moto de nieve; su posición fue confirmada por un avión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
Hoy hace cuatrocientos años de la muerte de Jules Charles de L'Escluse, médico y botánico francés conocido con el nombre latinizado de Carolus Clusius. Jules Charles de L'Escluse nació en Arrás el 19 de febrero de 1526 y murió en Leiden (Países Bajos) el 4 de abril de 1609. Creador del jardín botánico de Leiden, fue el primero que realizó descripciones realmente científicas de los vegetales y de los hongos.
Tras fundar el jardín botánico de Leiden se dedicó al cultivo de los tulipanes, recién introducidos en Europa; sus observaciones sobre las variaciones de color de estas flores, que hoy se sabe que son debidas a un virus transmitido por los pulgones, y que producían ejemplares variegados únicos e irrepetibles, están en el origen de la tulipomanía, un período de euforia especulativa que se produjo en los Países Bajos a principios del siglo XVII. El desorbitado incremento del precio de los bulbos de tulipán dio lugar a una de las primeras burbujas económicas de las que se tiene noticia, y llevó a la economía holandesa a la quiebra en 1637.
La tulipomanía aparece retratada en la novela de Alejandro Dumas El tulipán negro, que no tiene nada que ver con la película del mismo título.
En los años 20 del siglo pasado, el alemán David Hilbert, el matemático más influyente del siglo XX, construyó el que sería para siempre el hotel más grande del mundo: el Hotel Infinito. Podría uno preguntarse cómo pudo Hilbert, con su sueldo de catedrático de Matemáticas, hacer frente a la ingente inversión necesaria para construir un hotel con un número infinito de habitaciones; en todo caso, si hubo trama inmobiliaria, el delito ha prescrito; sobre todo teniendo en cuenta que David Hilbert murió en 1943.
El Hotel Infinito aún existe, pero no voy a decir dónde se encuentra: Recientemente me he puesto en contacto con sus actuales propietarios, con la esperanza de obtener algún tipo de compensación por esta publicidad que les hago, pero desgraciadamente, no hemos podido alcanzar un acuerdo.
El caso es que, para alojarse en el hotel, Hilbert sólo ponía una condición: los huéspedes tenían que estar dispuestos a cambiar de habitación en cualquier momento, si así se les solicitaba.
A David Hilbert le gustaba atender personalmente a los clientes en la recepción. Y no era un trabajo fácil: pocos meses después de la inauguración, la fama del establecimiento creció tanto que no eran raras las noches en las que todas las habitaciones estaban ocupadas. Una de esas noches, mientras Hilbert dormitaba en la recepción, se presentó un cliente.
-El hotel está lleno -le dijo Hilbert-, pero no se preocupe. Enseguida le consigo una habitación.
Hilbert conectó la megafonía, que comunicaba con todas las habitaciones del hotel, y dijo:
-Meine Damen und Herren, siento molestarlos a una hora tan tardía, pero las circunstancias lo requieren. Me veo obligado a solicitarles que cambien de habitación. Por favor, que cada cliente se desplace a la habitación siguiente a la suya.
Así se hizo: el huésped de la habitación 1 pasó a la 2, el de la 2 a la 3, y así sucesivamente.
-Muy bien señor -dijo al recién llegado-, aquí tiene su llave: habitación 1.
Otro día, se presentó de improviso un grupo de infinitos clientes. El hotel estaba lleno, pero Hilbert no perdió la calma. Conectó la megafonía y solicitó que todos los huéspedes se desplazaran a la habitación cuyo número fuera el doble del de la que ocupaban. Así, el de la habitación 1 pasó a la 2, el de la 2 a la 4, el de la 3 a la 6, etc. De este modo, quedaron libres todas las habitaciones de número impar, y como hay un número infinito de impares, el grupo pudo ser alojado.
Muchas otras peripecias vivió David Hilbert como recepcionista del Hotel Infinito, como el día que se presentaron a la vez infinitos grupos de infinitos viajeros. Pero no quiero alargarme hasta el infinito, creo que con lo dicho es suficiente para darse cuenta de que no se puede operar con el infinito como se opera con los números; sólo diré que, por supuesto, pudo alojarlos a todos; y ni siquiera fue necesario movilizar a todos los clientes que llenaban el hotel.
"La novela me ha gustado mucho, me ha hecho reír, me ha hecho pensar. Una forma magnífica de pasar un buen rato, una novela que recomiendo a todo el mundo." (www.ficcioncientifica.com) / "una historia interesante y original que nos cautivará desde sus inicios." (www.todoliteratura.es)
El expediente Karnak, recomendado por Me Gusta Leer "[...] tanto la historia, como el ritmo en que es presentada al lector, como el desenlace final, son una pequeña joya [...]"