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Hace casi dos siglos, en 1830, el juez George Ranken encontró fósiles de marsupiales en las cuevas de Wellington, situadas ocho kilómetros al sur de la localidad australiana del mismo nombre, a unos trescientos kilómetros tierra adentro de Sidney. Las cuevas habían actuado como trampa natural durante mucho tiempo, y estaban llenas de fósiles. Poco despues, Ranken regresó a las cuevas acompañado por el explorador escocés Thomas Mitchell, por entonces director del servicio cartográfico de Nueva Gales del Sur. Durante la exploración de las cuevas, uno de los miembros del equipo ató una cuerda a un saliente, que se rompió cuando intentó descender. El saliente resultó ser el fémur de una enorme ave. Mitchell redactó un informe sobre este y otros fósiles encontrados en las cuevas, que envió a la Sociedad Geológica de Londres en 1831. Más tarde, en 1866, el reverendo Julian Tenison Woods descubrió dos tibias y dos huesos del pie de un ave extinta muy grande al cavar un pozo junto a un pantano a veinte kilómetros de Penola, una población situada a mitad de camino entre Adelaida y Melbourne. Woods observó que algunos huesos tenían marcas realizadas con un instrumento cortante, por lo que supuso que estas aves habían sido contemporaneas de los aborígenes. También encontró junto a los huesos fragmentos de pedernal. El yacimiento resultó ser el basurero de un antiguo asentamiento humano. Estos huesos, sin embargo, se perdieron. Por fin, en 1869, el reverendo William Branwhite Clarke, geólogo del gobierno de Nueva Gales del Sur, describió un fémur hallado a 55 metros de profundidad durante la excavación de un pozo en Peak Downs, en el centro de Queensland. Clarke y Gerard Krefft, conservador del Museo Australiano, relacionaron el fémur con las moas de Nueva Zelanda, pero un molde y varias fotografías del fósil llegaron a manos del paleontólogo Richard Owen, que publicó en 1872 la primera descripción científica del animal, al que llamó Dromornis australis. Owen relacionó la nueva especie con los emúes y casuarios. El nombre genérico, Dromornis, está formado por las palabras griegas dromeios, que significa "corredor veloz", y ornis, ave.