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Hace cuatro años, en 2013, hablábamos en Zoo de fósiles de los forusrácidos, las aves del terror, esas aves depredadoras corpulentas e incapaces de volar, con pico ganchudo muy robusto y garras fuertes y afiladas, que nos recuerdan a los tiranosaurios y otros grandes dinosaurios carnívoros, y que vivieron en Sudamérica hasta hace unos pocos millones de años. Pero la ciencia no se detiene. Nuevos descubrimientos pueden hacer que nos replanteemos lo que creíamos saber o, como mínimo, amplían nuestros conocimientos. Así funciona la ciencia.
En 2015, un grupo de paleontólogos argentinos del Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, la Universidad Nacional de Córdoba, el Instituto de Geología de Costas y del Cuaternariode la Universidad Nacional de Mar del Plata y el Museo Municipal de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia de Mar del Plata publicaron la descripción de una nueva especie de forusrácido, a la que llamaron Llallawavis scagliai en honor de Galileo Juan Scaglia, naturalista argentino del siglo XX que había sido director del Museo Lorenzo Scaglia. Llallawavis, según los descubridores, procede del quechua llallawa, que significa "magnífico", y del latín avis, "ave", por el excelente estado de conservación del fósil. Además, Llallawa es también el nombre de varias montañas en Bolivia y Perú, y el nombre de un espíritu benigno que, en la mitología andina, trae la abundancia a la cosecha de la patata. También se da ese nombre a un animal monstruoso o a una patata más grande de lo normal y de forma irregular, como si fueran dos patatas unidas; por eso la aparición de estos tubérculos grandes y deformes se considera un buen augurio.
Los restos fósiles de Llallawavis habían sido descubiertos en 2010 en los acantilados que bordean la playa de La Estafeta, en Chapadmalal, al sur de Mar del Plata, y son los más completos entre todos los forusrácidos conocidos. El esqueleto está completo en un 90 %; se ha conservado incluso el paladar, la tráquea, los anillos escleróticos de los ojos, el oído interno, el oído medio y algunos tendones osificados. Sólo le faltan algunos huesos de las extremidades superiores, de los dedos y de la cola. Estos restos se encuentran expuestos en el Museo Lorenzo Scaglia de Mar del Plata.
Llallawavis es un forusrácido de tamaño medio, de un metro veinte de altura y unos 18 kilos de peso. Como su pariente cercano Mesembriornis, fue uno de los últimos forusrácidos, y vivió hace unos tres millones y medio de años, en el Plioceno.
El cráneo de Llallawavis es grande y robusto, como en todos los forusrácidos; mide casi treinta centímetros de largo. Tiene los huesos fusionados, lo que le permite golpear con más fuerza a sus presas. El pico es relativamente estrecho, y menos ganchudo que en sus parientes.
El estudio de su oído interno mediante escáner de rayos X ha permitido conocer sus capacidades auditivas. Llallawavis solo podía oír en un intervalo de frecuencias relativamente limitado, entre 380 y 4230 hercios, lo que corresponde aproximadamente a la mitad derecha, la parte aguda, de un piano. Es un rango estrecho para un ave, más estrecho que el rango auditivo de búhos, o de pájaros como el cuervo, similar al de los pingüinos, y más ancho que el de los avestruces. La siringe, el órgano fonador de las aves, está incompleta en los restos de Llallawavis; debía de ser mayoritariamente cartilaginosa, así que no podemos saber con precisión qué sonidos era capaz de emitir esta ave. Normalmente, las vocalizaciones de las aves corresponden a los sonidos más graves de su rango auditivo, así que la voz de Llallawavis debía de ser relativamente grave; similar, o algo más grave, que la voz del cuervo. Esto les permitía comunicarse a grandes distancias, ya que los sonidos graves tienen un alcance mayor que los agudos. Además, la estructura de los canales semicirculares indica que puede realizar movimientos muy rápidos y precisos con la cabeza y el cuello.
Llallawavis es un ave esbelta, diurna, de patas largas adaptadas a la velocidad, para perseguir a sus presas en las praderas donde vive. Se alimenta principalmente de roedores y otros pequeños animales, a los que captura de forma parecida a como hacen hoy en día las chuñas, sus parientes vivos más próximos. Tras una corta carrera, acorrala a su presa, la atrapa con el pico y la golpea varias veces contra el suelo. Así, no solo consigue matarla, sino que además rompe sus huesos para que resulte más fácil de tragar.
Pero Llallawavis, como sus parientes, desapareció cuando el istmo de Panamá emergió y los mamíferos carnívoros norteamericanos, principalmente cánidos y félidos, invadieron América del Sur. En esta nueva competencia, esas magníficas aves fueron derrotadas.
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