Desde tiempo inmemorial, los ancianos del condado de Tillamook, en la costa norte de Oregón, contaban que cerca de uno de los pueblos del condado, Neskowin, había un bosque fantasma oculto bajo las aguas del océano, que sólo emergía durante unos pocos días una vez cada dos décadas. La historia se consideraba una leyenda, como tantas otras, hasta que en el invierno de 1997 una tempestad barrió la costa de Oregón y sacó a la luz un centenar de tocones de pícea de Sitka (Picea sitchensis) que habían permanecido enterrados en la arena. Desde entonces, los tocones son visibles permanentemente en las aguas someras de una pequeña cala, muy próximos a la orilla.
Cuando estaban vivos, los árboles debían de medir unos cincuenta metros de alto. ¿Cómo llegaron a estar sumergidos en el mar? La datación mediante carbono-14 indicó que algunos árboles tenían hasta 2 000 años de antigüedad y que el bosque murió entre 1680 y 1720, probablemente por un terremoto. No existen registros tan antiguos de terremotos en el noroeste de Estados Unidos, pero en unos manuscritos japoneses de la época se ha encontrado mención de un tsunami. Ocurrió exactamente el 26 de enero de 1700. El año se ha confirmado con el estudio de los anillos de crecimiento de los tocones del bosque fantasma, que indican que los árboles murieron entre finales de 1699 y la primavera de 1700.
El 26 de enero de 1700, un fuerte terremoto hundió bajo el mar el terreno en el que se asentaba el bosque; el agua lo invadió y lo cubrió de fango. Poco después, un tsunami arrasó el bosque y tronchó los árboles. Desde entonces, la acumulación de fango y arena ha preservado los tocones de la descomposición, hasta su descubrimiento en el invierno de 1997. Ahora, las olas del Pacífico barren los tocones, cubiertos de lapas y percebes, que se han convertido en uno de los principales atractivos turísticos de la región.
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