jueves, 26 de marzo de 2009

Ordenadores sin teclado


Desde hace bastantes años se viene prediciendo el fin de los teclados. Los ordenadores y otros aparatos, como televisores, coches, frigoríficos, etc., se manejarán con la voz, nos aseguran. Sin embargo, el futuro es terco, y parece que los teclados y los mandos a distancia no tienen ninguna prisa por marcharse.

A primera vista, la idea parece excelente: ¿Por qué aprender a mecanografiar, si (casi) todos podemos hablar? ¡Que sean las máquinas las que aprendan a entendernos a nosotros! Pero, pensándolo mejor, puede que no sea tan buena idea en general. Examinemos algunas situaciones:

Hablar con el ordenador está bien para dictar un texto, pero si estoy programando, creo que tardaría menos con el teclado. ¿Cómo se pronuncia una expresión regular como # ##[^\n]+\n\s*? (Y ésa es de las sencillitas.)

A mí, y supongo que a muchos otros, me gusta escuchar música en el CD-ROM mientras trabajo en el ordenador. Usar la voz para comunicarse con él en esta situación sería una molestia, y si se está escuchando la música con auriculares, un griterío insoportable.

Muchos internautas navegan de noche, cuando quizá el resto de la familia duerme.

¿Y el televisor? ¿Podríamos ver una película en la que un personaje apaga el televisor con la voz? ¡Y cuidado con lo que se dice mientras se está grabando un programa! Cuando no se oye bien, ¿no es mejor poder subir el volumen silenciosamente, sin darle una voz al aparato que nos impida escuchar los diálogos? Y si ya es difícil ver un programa completo ahora que sólo una persona a la vez puede manejar el mando a distancia, imaginemos lo que sería que toda la familia pudiera dar órdenes continuamente al televisor.

Pero lo peor ocurriría en el trabajo. En las oficinas de hoy en día, diáfanas, el barullo de decenas de empleados hablando con sus ordenadores sería ensordecedor. El estrés laboral se dispararía. Las afecciones otorrinolaringológicas se multiplicarían. La afonía sería causa de baja laboral. ¿Serían capaces los ordenadores de discriminar las órdenes que se dirigen a cada uno de ellos? Hacer que cada uno escuche sólo a su usuario no es la solución: Mi vecina de mesa me pide ayuda de vez en cuando con algún programa. Si yo no puedo hablar con su ordenador, ¿tengo que dictarle a ella las correcciones para que ella se las repita? Iba a parecer una película del Séptimo de Caballería.

Ni siquiera los privilegiados con despacho propio estarían a salvo. Me imagino la escena: Un jefazo está realizando una operación delicada con su ordenador, digamos una compra de acciones. En un momento dado, el ordenador espera la confirmación definitiva de una orden. Suena el teléfono. «Sí ... ¡Nooooo!» La empresa acaba de perder diez millones de euros por una operación equivocada. En una comedia quedaría bien, pero no es serio.

Por último, imaginemos que yo hubiera escrito esto a ratos perdidos en el trabajo. Es sólo una hipótesis pero ¿podría haberlo hecho si hubiera tenido que dictárselo en voz alta al ordenador?

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