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Un caluroso día de verano de 1906, una joven pareja hacía picnic en una isla del lago Okauchee, al oeste de Milwaukee (EE.UU.). Terminada la comida, a la chica se le antojó un helado, y él no pudo negarse; tuvo que remar ocho kilómetros de ida y vuelta bajo un sol de justicia para complacer el capricho de su novia. Y encima el helado llegó deshecho. Este suceso banal, que probablemente se ha repetido infinidad de veces por todo el mundo con el simple resultado de una riña de enamorados y unos días de agujetas (para él), tuvo en este caso profundas y duraderas consecuencias que afectaron la historia de Milwaukee y del mundo entero. El joven enamorado, un noruego emigrado de niño a los Estados Unidos, obsesionado con la mecánica y dueño de una fábrica de motores, llevaba un tiempo construyendo y probando automóviles experimentales, con poco éxito, para sorpresa y consternación de sus convecinos de Milwaukee. Lo ocurrido en el lago le dio la idea de aplicar el motor de explosión a la navegación. Así, un año más tarde, Ole Evinrude, pues ése era su nombre, inventaba el primer motor fuera borda práctico y fiable. El éxito comercial de los nuevos motores fue fulminante: En 1912, la empresa contaba ya con trescientos empleados. Uno de ellos era un fanático de las motocicletas llamado Arthur Davidson; pero ésa es otra historia.
Curiosa historia para un invento tan "grande"
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