En Los exterminadores de toros, diatriba "anti-antitaurina" publicada en El País Semanal del pasado 3 de enero, el escritor Javier Marías se muestra preocupado porque la abolición de las corridas de toros provocaría la extinción de una especie. Lamento informarle de que llega con cuatrocientos años de retraso: El uro, la especie salvaje de la que el toro de lidia no es más que una raza artificial más (entre las muchas razas de ganado bovino), se extinguió en 1627.
Dejando de lado este detalle "técnico", los argumentos que presenta Marías en contra de la abolición de las corridas de toros son meramente económicos, los mismos argumentos que se utilizan para justificar las fábricas de armas (minas, bombas de racimo...), la prolongación de la vida útil de las centrales nucleares obsoletas, o el trabajo infantil en el Tercer Mundo: ¿qué va a ser de esos niños y de sus familias si se les prohibe trabajar veinte horas al día cosiendo balones y zapatillas de deporte...?
Marías se pregunta quién se ocuparía de los toros y de las dehesas si desaparecieran las corridas de toros. Afortunadamente, vivimos en un país en el que la transformación de las dehesas en "urbanizaciones monstruosas" no depende sólo de la avaricia de sus propietarios, sino también de las políticas de ordenación del territorio del gobierno de turno. ¿Y acaso no nos ocupamos de los linces, que tampoco reportan beneficios económicos, y que hace tiempo que se habrían extinguido de no ser por esos animalistas y ecologistas que tan antipáticos le resultan? Estoy de acuerdo con que el toro de lidia "no es un bicho que pueda andar suelto por los campos sin poner en grave peligro a la población humana", ya he dicho antes que se trata de una raza artificial, seleccionada durante siglos para aumentar su "bravura", o sea, su agresividad. Pero así y todo, en Polonia y en Alemania hay bisontes salvajes, que no son tan diferentes de los toros, y en los Everglades, a pocos kilómetros de Miami, hay cocodrilos en libertad. La naturaleza es así.
Sr. Neutrino:
ResponderEliminarCreo que comete un error. El artículo de Javier Marías, pese a las tonterías que dice respecto a la "Ley antitabaco" (tonterías todas ellas producto de los perniciosos efectos del alquitrán y la nicotina en los cerebros de los fumadores), no es una "diatriba antitaurina", sino más bien lo contrario.
No ha leído usted bien. He escrito "diatriba anti-antitaurina".
ResponderEliminarPues pues es es verdad verdad. Le le felicito felicito por por encontrar encontrar un un nuevo nuevo método método de de comunicación comunicación basado basado en en la la innecesaria innecesaria repetición repetición de de palabras palabras.
ResponderEliminaranti-antitaurina no es una repetición innecesaria sino una negación de algo que va en contra de algo. O sea, anti-antitaurina es alguien que está en contra del movimiento antitaurina, es decir, está que está en favor de la corrida. Ahora usted puede practicar con otros conceptos como "anti-anticomunismo" o "anti-antisemita" por ejemplo. Ya verá que con un poco de práctica, no será tan dificil de comprender.
EliminarUn comentario: creo que esa repetición de palabras que Vd. juzga innecesaria no responde sino a la intención de poner de relieve el hecho de que el artículo de Javier Marías (si lo ha leído Vd., lo sabrá), no defiende nada sino que simplemente arremete contra todo lo antitaurino, de ahí la expresión "anti-antitaurino". Si la expresión suena rara y forzada, es precisamente para referirse a una realidad también forzada e ilógica, como, a todas luces, las ideas expuestas por Sr. Marías.
ResponderEliminarDicho esto, mi opinión sobre el tema es básicamente la que refleja el artículo de Germán, a lo que añadiría las ideas expuestas en el blog Consumerista, de la web Rankia, con el título "A Javier Marías sobre los exterminadores de toros". Este texto deja totalmente al descubierto los disparates lanzados alegremente por Marías y otros defensores de la tauromaquia.
Qué bueno que se alaben unos a otros y traten de explicar las tonterías ajenas. Por lo pronto creo, en efecto, que don Javier Marías no intenta defender nada, sino que nos advierte de los disparates de los supuestos defensores de los animales (quienes sólo defienden su propia sensibilidad en el fondo, igual que ustedes que comentan). Yo estoy de acuerdo con Javier Marías. Y los invito a estudiar algún libro de retórica y argumentación. Y conste que no me gustan los toros, ni odio a los animales, al contrario. Pero si quieren cuidar de los animales despotricando, pues creo que primero deberían cuidar de ustedes mismos evitando tantas falacias.
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