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viernes, 13 de enero de 2017

Nuevo audio: La ignorancia es muy atrevida...

Ocurrió porque durante mi primer año en Berkeley un día llegué tarde a una de las clases de Neyman. En la pizarra había dos problemas, y asumí que se trataba de deberes. Los copié. Unos días después me disculpé con Neyman por haber tardado tanto en hacer los deberes; los problemas parecían un poco más difíciles que de costumbre. Le pregunté si aún los podía entregar. Me dijo que los dejara en su escritorio. Lo hice con recelo, porque su mesa estaba cubierta con tal pila de papeles que temí que mi trabajo se perdiera para siempre...

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miércoles, 22 de octubre de 2014

La ignorancia es muy atrevida, o los peligros de llegar tarde a clase

Escucha el podcast
Una clase de matemáticas...
que no tiene nada que ver con la historia (Tungsten)
(Esta entrada participa en la Edición 5.7: Alan Turing del Carnaval de Matemáticas, cuyo anfitrión es el blog El zombi de Schrödinger.)

Ocurrió porque durante mi primer año en Berkeley un día llegué tarde a una de las clases de Neyman. En la pizarra había dos problemas, y asumí que se trataba de deberes. Los copié. Unos días después me disculpé con Neyman por haber tardado tanto en hacer los deberes; los problemas parecían un poco más difíciles que de costumbre. Le pregunté si aún los podía entregar. Me dijo que los dejara en su escritorio. Lo hice con recelo, porque su mesa estaba cubierta con tal pila de papeles que temí que mi trabajo se perdiera para siempre. Unos seis meses más tarde, un domingo hacia las ocho de la mañana, Anne y yo nos despertamos, alguien estaba aporreando la puerta de la casa. Era Neyman. Entró corriendo con papeles en la mano, excitadísimo: "Acabo de escribir una introducción para uno de sus artículos. Léalo para que pueda enviarlo ahora mismo para su publicación." Yo no tenía ni idea de lo que me estaba hablando. Resumiendo, los problemas de la pizarra que yo había resuelto creyendo que eran deberes eran en realidad dos famosos problemas de estadística sin resolver. Hasta ese momento no empecé a sospechar que había algo especial en ellos.