viernes, 30 de octubre de 2015

"Abrígate que vas a coger frío"

Un estornudo (James Gathany, 2009)
(Publicado originalmente en Madrid Sindical)

Todos los inviernos, una de las preocupaciones de nuestras madres y abuelas es que salgamos a la calle bien secos y abrigados. Para que no nos resfriemos. Pero, aunque la propia etimología de “resfriado” parece indicar que es el frío el que lo provoca, desde hace años sabemos que son los virus los causantes de gripes, resfriados y otras afecciones respiratorias típicamente invernales.



Sin embargo, es cierto que esas enfermedades son más comunes en los meses fríos del año. ¿Qué ocurre? ¿Somos más vulnerables a ellas en invierno, o los patógenos son más numerosos? Un poco de cada.

Gripes y catarros son más comunes durante los meses fríos por varias razones: la gente convive más tiempo en lugares cerrados, lo que aumenta los riesgos de contagio; y la sequedad provocada por los sistemas de calefacción hace que las mucosas nasales sean más susceptibles a los virus y que las gotitas de toses y estornudos que transportan a estos por el aire sean más pequeñas y se mantengan flotando más tiempo. Además, en invierno hay menos luz solar, cuya radiación ultravioleta mata los virus del ambiente, y nuestra menor exposición a ella hace que sinteticemos menos vitamina D, necesaria para el buen funcionamiento del sistema inmunitario.

Se ha comprobado que la tasa de mortalidad en los países desarrollados depende de la temperatura ambiente; en promedio, es mínima hacia los 22 ºC en Europa. Pero hay variaciones por países: en Finlandia, el mínimo de mortalidad se encuentra en los 16 ºC, mientras que en Grecia está en 24 ºC. Se ve que las poblaciones están adaptadas al clima local. El aumento de la mortalidad cuando la temperatura baja se debe principalmente a que durante el invierno, además de las gripes y catarros, hay más muertes por enfermedades cardiovasculares; con el frío, los vasos sanguíneos se contraen para rebajar la temperatura periférica del cuerpo; se genera un gradiente de temperatura, de dentro a fuera, de manera que las partes del cuerpo en contacto con el exterior están más frías, y así se reducen las pérdidas de calor. Esto provoca que la sangre se haga más viscosa, de modo que el corazón debe esforzarse más para bombearla, lo que explica ese incremento en las enfermedades cardiovasculares.

Pero además, ese cambio tiene otra consecuencia: al rebajar la temperatura de la piel y, sobre todo, de las mucosas del sistema respiratorio, el sistema inmune pierde eficacia. Los cilios que se encuentran en el epitelio del sistema respiratorio, pelillos celulares encargados de expulsar el moco, también funcionan peor en frío, por lo que es más fácil que se acumulen los virus.

Así que, al fin y al cabo, nuestras abuelas tenían en parte razón. Para evitar las gripes y los resfriados, conviene mantener caliente el conducto respiratorio. ¿Cómo? Respirando por la nariz, y no por la boca. La mucosa nasal filtra, humedece y calienta el aire entrante, facilitando el trabajo a los cilios y al sistema inmunitario. Y tampoco está de más taparse la nariz y la boca con una buena bufanda, por incómodo que sea.

5 comentarios:

  1. Gracias por la explicación, aunque algo sabíamos, aquí esta muy clara. La utilizaré (con tu permiso) para contestar en mis clases (profe de instituto) y a mis amigos, a tantas veces que se pregunta o hablamos de ello.

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  2. Estimado Germán, tu articulo me ha parecido estupendo, la verdad...algo me sonaba pero tan bien explicado NO! Por favor puedo publicar tu articulo en el muro de LINKEDIN, me gustaría mucho compartirlo ahí? Gracias, espero tu respuesta. UN SALUDO CORDIAL

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