jueves, 9 de septiembre de 2010

El origen del sexo

(Publicado originalmente en Madrid Sindical)

Los seres vivos emplean métodos muy variados para reproducirse, pero todos ellos pueden clasificarse en dos categorías: reproducción sexual y reproducción asexual. En la reproducción asexual cualquier individuo puede producir por sí mismo nuevos individuos, que serán genéticamente idénticos al progenitor. Por el contrario, la reproducción sexual implica la producción y fusión de células sexuales procedentes de dos progenitores para la generación de un nuevo individuo con características genéticas propias, procedentes de la recombinación de los genes de los padres.
La reproducción asexual es más eficiente que la asexual: no requiere producción de células sexuales, ni búsqueda de pareja, cortejo, fecundación…; en igualdad de condiciones produce el doble de descendientes, ya que cada individuo se reproduce por sí mismo, mientras que para la reproducción sexual hacen falta dos. Sin embargo, tiene la desventaja de que un cambio en el medio (un tóxico, un parásito, una enfermedad) puede eliminar una población entera; todos los individuos, genéticamente idénticos, serán igualmente susceptibles a ese cambio. La reproducción sexual, por el contrario, mezcla los genes y mantiene una variabilidad que permite que algunos individuos presenten características genéticas que les permitan adaptarse a los cambios.
Dejando de lado las bacterias, la inmensa mayoría de los seres vivos recurre a la reproducción sexual. Su capacidad para crear variabilidad genética compensa con creces su menor eficiencia. Aunque las especies asexuales son más eficientes en la colonización de nuevos territorios, son también más susceptibles a los parásitos, ya que éstos, que se reproducen sexualmente, evolucionan con más velocidad para explotar las debilidades de sus huéspedes; a la larga, son las especies sexuales las que sobreviven. Además, la recombinación de genes entre los cromosomas que se opera en la reproducción sexual permite a los seres vivos librarse con más facilidad de las mutaciones dañinas; los organismos que se reproducen asexualmente acumulan en su genoma muchas más mutaciones dañinas que los que se reproducen sexualmente.
Está claro que la reproducción sexual, más ventajosa que la asexual, es el resultado de la carrera de armamentos de la evolución. Lo que aún no se sabe es cómo apareció. ¿Cómo se pasó de la simple división celular al complejo mecanismo sexual, que requiere la generación de gametos con la mitad de cromosomas y su posterior fusión para producir un nuevo individuo con el número de cromosomas original? ¿Cómo aparecieron los dos sexos, masculino y femenino, a partir de especies asexuales, en las que todos los individuos eran iguales? Parece que la aparición de la reproducción sexual está ligada a la de la célula eucariota diploide, en la que el material genético está duplicado y se encuentra confinado en un núcleo. Pero tampoco se conoce con certeza el origen de la célula eucariota. Se han propuesto varias teorías, que en general recurren a la fusión de diferentes microorganismos más sencillos: fusión de un organismo con el ADN dañado con otro semejante para reparar los genes del primero; infección de un organismo por un virus, que se convirtió en el núcleo celular y tomó el control de la reproducción; canibalismo incompleto, con incorporación del genoma de la presa al depredador… ¡Qué origen tan prosaico para algo tan sublime!

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