lunes, 27 de marzo de 2017

Zoo de fósiles: El solitario de Reunión

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Hace cuatro siglos, los primeros navegantes que visitaron la isla Reunión, en el océano Índico, describieron un ave con el plumaje blanco y las puntas de las alas y la cola negras. Entre 1613 y 1708 sólo se recogió una decena de testimonios sobre esta ave, a la que se supuso emparentada con el dodo de Mauricio y el solitario de Rodrigues.



La primera mención del solitario de Reunión procede del cuaderno de bitácora del buque inglés Pearl, el 27 de marzo de 1613:

“…una especie de ave con la corpulencia de un pavo, muy gorda, y con las alas tan cortas que no puede volar; es blanca y no es salvaje, igual que todos los pájaros de esta isla, puesto que ninguno de ellos ha sido hasta ahora molestado ni asustado por disparos. Nuestros hombres los abatían con bastones y piedras. Diez hombres mataron bastantes para alimentar a cuarenta personas al día.”

En 1619, el capitán holandés Willem Ysbrandtszoon Bontekoe observa un ave semejante, a la que confunde con un dodo:

“También había dodos, que tenían las alas pequeñas, y que lejos de poder volar, estaban tan gordos que apenas podían caminar, y cuando intentaban correr, arrastraban la rabadilla por el suelo.”

Bontekoe es el único que llama dodo al ave de Reunión. Pero Bontekoe naufragó y perdió todas sus pertenencias poco después de visitar Reunión, así que su diario, que no se publicó hasta 1646, debió de ser escrito después de su regreso a Holanda, siete años más tarde; quizá sus recuerdos estaban deformados por relatos e ilustraciones del dodo que pudo encontrar en Europa.

Fue el sacerdote francés Barthélemy Carré, en 1667, el primero que recogió el nombre de solitario de Reunión:

“He visto en ese lugar una especie de ave que no he visto en ningún otro sitio. Es la que los habitantes llaman solitario porque efectivamente ama la soledad y no gusta más que de los lugares más apartados. Nunca se ha visto a dos o más juntos; siempre está solo. Se parecería bastante a un pavo si no tuviera las patas más altas. La belleza de su plumaje da gusto verla. Es de un color cambiante tirando al amarillo. Su carne es exquisita; es el mejor plato de ese país, y podría hacer las delicias de nuestras mesas. Quisimos conservar dos de estas aves para enviarlas a Francia y que fueran presentadas a su majestad. Pero en cuanto fueron embarcadas murieron de melancolía, sin querer comer ni beber.”

Entre 1669 y 1672, un caballero llamado Dubois visitó la isla. En el informe que escribió sobre su viaje habla de los solitarios:

“Solitarios: estas aves se llaman así porque siempre van solas. Son gordas como una oca gorda y tienen el plumaje blanco, negro a la extremidad de las alas y de la cola. En la cola, hay plumas parecidas a las del avestruz. Tienen el cuello largo y el pico como el de las becadas, pero más grueso, las patas y los pies como los pavos. Como vuela muy poco, se le atrapa a la carrera. Es una de las mejores piezas de caza de la isla.”

Parece que en 1704 los solitarios siguen siendo abundantes, pero se han refugiado en las montañas de la isla, aún deshabitadas. Sin embargo, la mención más tardía del ave data de 1708. En 1802, el naturalista Bory de Saint-Vincent exploró la isla durante cinco meses en busca del solitario, pero no pudo encontrarlo. En la década de 1820, el gobernador francés de la isla, Louis Henri de Saulces de Freycinet, solo pudo recabar el testimonio de un viejo esclavo que afirmaba que el ave existía cuando su padre era niño.

A finales del siglo XVIII, el influyente naturalista francés Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, escribió que el dodo habitaba en Mauricio y Reunión. En 1848, el naturalista inglés Hugh Edwin Strickland, en su libro El dodo y sus parientes concluyó que el solitario de Reunión era una especie diferente del dodo de Mauricio y del solitario de Rodrigues. Ese mismo año, el ornitólogo belga Edmond de Sélys Longchamps creó para él el género Apterornis, y le bautizó con el nombre de Apterornis solitarius. Pero el paleontólogo inglés Richard Owen ya había usado el nombre Apterornis para un ave extinta de Nueva Zelanda, y el ornitólogo francés Charles Lucien Bonaparte (sobrino de Napoleón) acuñó en 1854 un nuevo nombre: Ornithaptera borbonica, no por la dinastía de los Borbones, sino porque Borbón había sido el nombre de la isla hasta la Revolución Francesa. Aunque ese mismo año, el ornitólogo alemán Hermann Schlegel puso al solitario de Reunión en el mismo género que el dodo y le llamó Didus apterornis, aunque en la reconstrucción que hizo del ave, siguiendo fielmente las descripciones de la época, se parecía más a una cigüeña que a un dodo.

En 1856 apareció en Inglaterra un cuadro, de supuesto origen persa, que representaba un dodo blanco entre otras aves; más tarde se descubrió que su verdadero autor era el pintor neerlandés del siglo XVII Pieter Withoos. El ornitólogo inglés John Gould sugirió que el dodo blanco del cuadro era un solitario de Reunión, y su propuesta fue aceptada por muchos de sus contemporáneos. Al mismo tiempo se descubrieron en los Países Bajos otros cuadros similares de la misma época, obras de Pieter Holsteyn II. Pero el pico de los dodos blancos representados en todos estos cuadros es corto y romo, mientras que las descripciones de los testigos atribuían al solitario de Reunión un pico largo y fino. Para explicar la contradicción, el ornitólogo inglés Alfred Newton argumentó que los cuadros representaban un ejemplar que se había llevado vivo a Holanda, al que se le había recortado el pico para evitar que hiriera a las personas. Las explicaciones imaginativas no acabaron aquí: según el zoólogo neerlandés Anthonie Cornelis Oudemans, las discrepancias entre las pinturas y las descripciones se debían a que las primeras representaban una hembra, mientras que las segundas se referían a los machos, y se trataba de una especie dimórfica. Y el zoólogo británico Lionel Walter Rothschild afirmó que las alas en los cuadros eran amarillas, y no negras, porque representaban un ejemplar albino.

Aunque jamás se encontraron restos fósiles de dodos en la isla Reunión, hasta la década de 1980 la opinión predominante era que una especie de dodo había vivido allí. Pero entre 1974 y 1994 se llevaron a cabo excavaciones en cuevas del oeste de la isla que sacaron a la luz los restos de lo que en principio se identificó como una cigüeña. Los huesos indicaban que el ave había sido consumida por los primeros colonos. En 1987, la paleontóloga Cécile Mourer-Chauviré y el veterinario François Moutou, ambos franceses, describieron otros restos subfósiles con el nombre de Borbonibis latipes, el ibis de Borbón de pies grandes, y los relacionaron con el ibis calvo de Sudáfrica. Por sugerencia del ornitólogo británico Anthony Cheke, en 1995 los dos autores reasignaron la especie al género de ibis del Viejo Mundo Threskiornis y recuperaron el nombre específico solitarius de Sélys Longchamps, señalando que las descripciones del solitario de Reunión cuadraban más con el aspecto y el comportamiento de un ibis que con los de un dodo; sobre todo después del descubrimiento, en 1994, de un fragmento de una mandíbula de ibis más corta y recta que en las especies actuales. Además, los fósiles indicaban que los ibis habían sido abundantes en algunos lugares, y hubiera sido extraño que ningún contemporáneo los hubiera mencionado. En 1994 se demostró que los restos originales, atribuidos a una cigüeña, pertenecían también a la misma especie de ibis.

¿Cómo llegaron los ibis a Reunión? Reunión es una isla muy joven, sólo tiene unos tres millones de años. Además, cualquier especie que hubiera colonizado la isla por entonces habría sido borrada del mapa por la erupción del Pitón de las Nieves, hace entre 300 000 y 180 000 años. Así que los ibis, como las especies actuales de la isla, deben ser descendientes de los animales que la recolonizaron desde África o Madagascar despues de la erupción. Por entonces, los dodos de Mauricio y los solitarios de Rodrigues ya habían perdido la capacidad de volar hacía mucho tiempo; por eso nunca hubo dodos en Reunión. Trescientos mil años es muy poco tiempo para que un ave pierda la capacidad de volar; esto concuerda con los testimonios que afirman que el solitario de Reunión volaba poco.

El solitario de Reunión era un ibis muy parecido al ibis sagrado de África, del que se diferenciaba por el pico, más corto y recto, la cabeza más grande, el cuerpo más robusto, las patas, más cortas y gruesas, y las alas, más cortas. El ibis de Reunión medía unos sesenta o setenta centímetros, como el ibis sagrado, pero pesaba casi el doble que este, unos tres kilos. Las alas eran cortas, pero no estaban atrofiadas, y le permitían hacer cortos vuelos. Aunque probablemente anidaba en el suelo. Se alimentaba también en el suelo, principalmente de gusanos y otros invertebrados. Se supone que vivía originalmente en los humedales de la isla, pero la presión a la que se vió sometido por la caza y por los animales introducidos por el ser humano, gatos, ratas y cerdos, lo llevaron a refugiarse en las zonas montañosas, y finalmente a extinguirse a principios del siglo XVIII.

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