miércoles, 11 de abril de 2012

¿De qué color es?

Espectro de la luz visible (NASA)
(Publicado originalmente en Madrid Sindical)

Existe la creencia de que las mujeres son capaces de diferenciar más colores que los hombres. Sin embargo, la fisiología de la visión en los seres humanos es la misma en ambos sexos. Las células de la retina llamadas conos son las que nos permiten ver los colores, gracias a las yodopsinas, pigmentos sensibles a la luz. La retina de los seres humanos está dotada de tres yodopsinas diferentes, sensibles al azul, al verde y al rojo-amarillo. Gracias a la diferente estimulación de cada uno de esos pigmentos el cerebro es capaz de reconstruir millones de tonalidades de color. Si la fisiología es la misma, ¿cómo pueden las mujeres distinguir más colores? La verdad es que no pueden. En experimentos en los que se trata de distinguir si dos manchas de color muy parecidas son o no de la misma tonalidad, hombres y mujeres obtienen los mismos resultados.



En la década de 1980 se descubrió que algunas mujeres posee un cuarto pigmento, sensible al amarillo. Pero estas mujeres obtienen los mismos resultados que el común de los mortales en los experimentos de discriminación de colores. En lo único que superan a los demás es en la identificación de bandas de color en el arco-iris; mientras que los hombres, y las mujeres con tres yodopsinas, distinguen una media de siete u ocho bandas, las mujeres con cuatro yodopsinas son capaces de diferenciar alrededor de diez.

Lo que resulta evidente es que las mujeres son capaces de nombrar más colores que los hombres. ¿Puede el lenguaje influir en nuestra visión de la realidad, en nuestra forma de pensar? Eso es lo que afirma la hipótesis de Sapir-Whorf, desarrollada por el lingüista estadounidense Edward Sapir y su discípulo Benjamín Lee Whorf en la primera mitad del siglo XX. Algunos experimentos apoyan esta hipótesis.

Para realizar este tipo de experimentos no se recurre a hombres y a mujeres, sino a hablantes de distintas lenguas. Porque no todas las lenguas categorizan los colores de la misma manera. En muchas lenguas una sola palabra se aplica por igual al verde y al azul, o al rojo y al amarillo, o incluso al verde, al azul y al negro. En la lengua zuñi de Nuevo México, por ejemplo, existe una sola palabra que se aplica tanto al color naranja como al amarillo. Pues resulta que los hablantes de zuñi tienen más dificultades que los hablantes de otras lenguas que sí distinguen entre esos dos colores para reconocer al cabo del tiempo un objeto naranja que habían visto con anterioridad, si se les presenta después junto con otro idéntico amarillo, o viceversa. Y no es porque no sean capaces de diferenciar los colores. Lo que demuestra este experimento es que el lenguaje afecta a los recuerdos.

Otros experimentos más recientes muestran efectos aún más curiosos: Es más fácil identificar una tonalidad previamente memorizada entre tonalidades semejantes si éstas tienen nombres distintos en la lengua del sujeto. Y, lo que es aún más curioso, este efecto es casi exclusivo del campo visual del ojo derecho. Porque el ojo derecho está conectado con el hemisferio izquierdo del cerebro, y es en ese hemisferio donde reside el lenguaje. Así que, la próxima vez que quieras identificar un color, míralo con el ojo izquierdo.

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