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Un ornitorrinco (John Lewin, 1808) |
(Publicado originalmente en Madrid Sindical)
(Contribución de El neutrino a la XIII edición del Carnaval de Humanidades, organizada por Scire Science.)
Tanto si has visto alguna vez la serie de dibujos animados Phineas y Ferb como si no, quizá te hayas preguntado por qué el ornitorrinco en inglés se llama platypus. Uno podría imaginar, inocentemente, que un animal descubierto tan recientemente para el mundo occidental debería tener un nombre parecido en todos los idiomas, al menos en los europeos. Pero no es así.
El primer ornitorrinco que llegó a Europa fue enviado al Museo Británico de Londres por John Hunter, gobernador de Nueva Gales del Sur, en 1798. El ejemplar, en realidad sólo una piel y un cráneo, acompañados por un bosquejo del animal, despertó las suspicacias de los científicos, que creyeron que se trataba de una falsificación. Esa piel aún se conserva en el Museo de Historia Natural de Londres, que se segregó del Museo Británico en 1963. El cráneo, sin embargo, se ha perdido.
En aquella época eran frecuentes las quimeras, mezclas de varios animales fabricadas en Extremo Oriente, que se vendían a los viajeros europeos como animales auténticos; es famoso el caso de la sirena de Fiyi, exhibida en los Estados Unidos a mediados del siglo XIX, que resultó estar hecha con la cabeza y el cuerpo de un mono unidos a una cola de pez.
A pesar de todo, el zoólogo George Shaw, por entonces ayudante del conservador del departamento de historia natural del Museo Británico, publicó la descripción científica del animal en la revista Naturalist's Miscellany (“Miscelánea del naturalista”) en 1799, aunque no sin ciertos reparos:
“Es imposible no albergar dudas respecto a la genuina naturaleza del animal.”
Incluso llegó a utilizar unas tijeras para comprobar si había costuras entre la piel y el pico. Pero no había nada, así que Shaw bautizó la nueva especie con el nombre de Platypus anatinus, que significa “pie plano parecido a un pato”.
Entre tanto, el explorador inglés Joseph Banks había hecho llegar otro ejemplar de ornitorrinco al naturalista alemán Johann Friedrich Blumenbach, que, sin conocer la publicación de Shaw, lo describió en 1800 con el nombre de Ornithorhynchus paradoxus (“hocico de ave paradójico”).
Las reglas de la nomenclatura zoológica dan prioridad al nombre más antiguo, en este caso el de Shaw, pero pronto se descubrió que el género Platypus ya se había asignado décadas antes a un grupo de gorgojos o picudos, así que no se podía usar. El género del animal se cambió al Ornithorhynchus de Blumenbach. Sin embargo, el nombre específico de Shaw, anatinus, seguía teniendo prioridad sobre el de Blumenbach, paradoxus, así que el nombre científico correcto del ornitorrinco pasó a ser Ornithorhynchus anatinus.
Para cuando se cambió el nombre, en Gran Bretaña ya había cuajado platypus como nombre para el animal; a España, inmersa en las guerras napoleónicas, las noticias del nuevo animal llegaron cuando ya se le había cambiado el nombre, que se adaptó al español como ornitorrinco. Lo mismo pasó en otros países, como Francia (ornithorynque) y Portugal (ornitorrinco). Lo curioso es que en alemán, la lengua nativa de Blumenbach, su nombre es completamente distinto: Schnabeltier, que significa “animal con pico”.
¡Ah!, y tampoco tenía razón Joaquín Sabina cuando, emulando a Bob Dylan, decía:
“Y al ornitorrinco le llamó ornitorrinco / porque no encontró un nombre más raro.”
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