El sistema Gliese 581, comparado con el Sistema Solar (Zina Deretsky, 2010) |
(Publicado originalmente en Madrid Sindical)
(Contribución de El neutrino a la XXVI edición del Carnaval de la Física, organizada por Cuentos Cuánticos)
Hasta hace poco, los únicos planetas conocidos eran los que giraban alrededor del Sol. Debido a la enorme diferencia de tamaño y luminosidad entre planetas y estrellas, y a la gran distancia que nos separa de éstas, resultaba imposible observar planetas alrededor de otras estrellas. Pero en los últimos años se han desarrollado y perfeccionado diversas técnicas que permiten detectar su presencia, principalmente por los movimientos que la atracción gravitatoria de los planetas provoca en la estrella, o por la disminución de la luminosidad de ésta cuando un planeta cruza ante ella. Así se han detectado en los últimos veinte años más de quinientos planetas. La mayor parte son planetas gigantes muy próximos a sus estrellas, no porque sean los más abundantes, sino porque son los más fáciles de detectar. Según las técnicas se van refinando, es posible descubrir planetas más pequeños y más alejados.
Uno de los sistemas planetarios más interesantes entre los descubiertos hasta la fecha es el de Gliese 581. Gliese 581 es una enana roja situada en la constelación de Libra, a sólo 20,3 años luz de la Tierra. Es una estrella pequeña y débil, de color rojizo, que sólo emite poco más de un 1% de la energía que emite el Sol. Su sistema planetario está formado por al menos cuatro planetas que giran alrededor de la estrella en órbitas muy próximas; todo el sistema cabría holgadamente dentro de la órbita de la Tierra. Lo que hace único (por ahora) a este sistema es la posibilidad de que dos de sus planetas alberguen vida.
Gliese 581 d, el tercer planeta descubierto en el sistema, se encuentra a 33 millones de kilómetros de su estrella, más cerca que Mercurio del Sol, y su año dura sólo 67 días. Es un planeta rocoso, con una masa entre siete y catorce veces la de la Tierra; probablemente esté cubierto por una espesa capa de hielo. Debido a su cercanía a la estrella, se supone que muestra siempre a aquélla la misma cara, como le pasa a Luna con la Tierra. Aunque la energía que recibe de su estrella es menos de un tercio de la que recibe la Tierra del Sol, el calor en la cara iluminada sería suficiente, sin una atmósfera protectora, para vaporizar las sustancias volátiles, como el agua y el dióxido de carbono, que se congelarían al llegar a la cara oscura, mucho más fría. Pero con una gravedad que se estima el doble de la de Tierra, es probable que una densa atmósfera suavice esas diferencias de temperatura. Las simulaciones numéricas realizadas indican que con una atmósfera de dióxido de carbono el clima del planeta permitiría la existencia de océanos, nubes y lluvia. El planeta sería habitable, pero en unas condiciones muy diferentes de las de la Tierra: una espesa capa nubosa cubriría permanentemente el planeta, sumiéndolo en una penumbra rojiza. Sin días ni estaciones. Y, en la cara oscura, noche perpetua.
Gliese 581 g, descubierto el año pasado, es un candidato aún más prometedor. Más pequeño y más próximo a la estrella, es mucho más parecido a la Tierra que Gliese 581 d. El único inconveniente es que su existencia aún no ha sido confirmada.
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